El autor gallego Antón Riveiro Coello construye en Laura en el desierto un intenso relato sobre la culpa, la desmemoria y el silencio, el desamor y la búsqueda de la identidad de una mujer que consiguió sobrevivir a la cárcel franquista y un campo de concentración nazi. Lo hace a partir de las memorias de la militante comunista Mercedes Núñez y de la desmemoria de Sofía Romo, una emigrante en Estados Unidos que sufrió amnesia y no recordaba más que canciones populares de la Galicia que había abandonado 50 años antes. La novela, que ha sido reconocida con el Premio de la Crítica a la mejor novela en gallego y con el Premio de Narrativa de la Asociación de Escritores en Lengua Gallega, llega ahora a las librerías españolas de la mano de Mar Maior.
En la víspera del Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, recordamos que Laura en el desierto ofrece una perspectiva distinta sobre el drama de los campos de concentración nazis. “Conocemos la historia de los hombres que estuvieron en los campos de concentración”, afirma Antón Riveiro Coello, “pero las mujeres lo pasaron peor, por cuestiones como los abusos sexuales”. Para contar esa historia, Riveiro Coello parte de una historia real, la de Mercedes Núñez, pero introduce fuertes elementos de ficción, para conseguir, precisamente, ser lo más fiel posible a la realidad.
“Me interesaba explorar la sensación de culpa que tienen muchas de las víctimas que sobrevivieron”, explica el autor gallego, “porque para conseguirlo tuvieron que competir entre ellas”. “A veces pensamos que si nosotros viviéramos experiencias como aquellas podríamos comportarnos como héroes, pero no es así” –añade. Su objetivo es situar al lector delante del espejo, para que vea como las situaciones extremas sacan lo peor de nosotros, “hasta el punto de deshumanizarnos totalmente”.
La novela reflexiona sobre la gente que sobrevive a la muerte y sobre como eso es para ellos una especie de condena. Y los contrapone a la otra parte de la población que vivió muerta en vida, exiliada en su propio interior durante la posguerra. “En los campos de concentración murieron vivos”, asegura el autor, “porque una parte muy importante de ellos moría”. “Los superviventes de los campos vivieron un auténtico infierno y comprobaron cómo cualquiera puede convertirse en un asesino si las circunstancias son extremas”, añade. “Y por eso también la amnesia de Laura es como una salvación para ella”, asegura, “pues puede vivir sin ese peso”.
En una novela más psicológica que histórica en la que el desarrollo de los personajes es fundamental. Tanto los principales como los secundarios tienen hondas raíces en la realidad, están inspirados en las vidas de personas que existieron realmente que el autor ficciona para convertirlos en metáforas al servicio de la historia que quiere contar, que debe ser contada, porque –asegura Riveiro Coello- “es un error alejarnos de nuestra memoria”. “Saber de donde venimos los va a ayudar a entendernos mejor a nosotros mismos” –añade- “y en esta novela quise hablar, por eso, también de los silencios, de las familias que prefirieron olvidar lo que había pasado, muchas veces para proteger sus hijos”. De todas formas su intención no es hacer novela histórica. La historia está ahí como paño de fondo, pero su objetivo es otro.
Laura en el desierto habla de varias generaciones que viven en el siglo XX en Santiago de Compostela, Barcelona, Nueva York y la Europa convulsa de la Segunda Guerra Mundial. Su autor destaca el espíritu trans-oceánico de la novela y recuerda que historias como esta pueden ser leídas en cualquier momento y lugar, porque hablan de emociones comunes, globales. “La novela tiene muchos temas”, explica, “la identidad, la culpa, el amor, la esperanza…” Y para hacerlo usa una estructura compleja, pasa desapercibida para el lector. Es una novela larga, de 700 páginas, pero la técnica narrativa ayuda a darle dinamismo. También la intriga, bien dosificada. Las historias se van desarrollando en paralelo, en capítulos alternos. Y hay otras dos novelas dentro de ella. La que escribe Máximo, contada en estilo indirecto, y la que escribe Laura sobre los campos, en primera persona. “La idea es”, concluye Riveiro Coello, “que la literatura pase por ti, que se quede, que no olvides los personajes en unos meses”.