Comenzamos con un tópico. ¿Qué supone para usted recibir este premio?
Aunque no solo, escribimos en la búsqueda del lector. Recibir un premio que viene de los ojos de lectores apasionados por la literatura es estimulante. También lo es por el hecho de que alguien acogiera a Emma Olsen fuera de Galicia. Se puede escribir desde el gallego para todo el mundo y que llegue a personas que hablan otra lengua. Eso es emocionante.
Parece que esta obra está dándole muchas alegrías.
Es así. Fue hermoso escribir este libro cuando nadie sabía que este libro existía y es hermoso escuchar a cada uno de los lectores. En ese sentido, además de la buena acogida que recibió de los lectores y de la crítica, me entusiasmo cuando paso por los clubes de lectura y debato, a veces con mucha hondura, sobre literatura, pérdida, identidad, fracaso y destino, que son cosas de las que habla la novela. Eso es un lujo.
Casi se puede decir que ha habido unanimidad en el jurado a la hora de distinguir su libro como el mejor. Y ya van muchos premios. ¿Hasta que punto esto representa una presión para seguir escribiendo nuevas novelas? Porque ahora hay que estar a la altura de ésta…
Representa más de lo que yo pensaba. El fantasma de Emma Olsen estuvo mucho tiempo sobrevolando la mesa cada vez que trataba de afrontar proyectos nuevos o evaluar la supervivencia de proyectos en marcha. Me di cuenta, llegado un punto, de que escribía por oposición al libro, algo que es absurdo. Ahora creo que he matado al fantasma y vuelvo a escribir como lo he hecho siempre, lo que me apetece y lo que siento que me representa.
¿Con qué nos va a sorprender Berta Dávila en su próxima aportación literaria?
Con otra novela. Es el proyecto que más me entusiasma ahora. No quiero adelantar nada, porque guardo con mucho mimo el secreto del que escribo mientras la escritura está en curso, como hice con Olsen. Lo único que puedo decir es que es un libro que me tocaba escribir y al que estoy íntimamente vinculada. Lo que, a lo mejor, ya es decir demasiado.