La salida del Reino Unido de la comunidad europea, Brexit, es una noticia de cambio: indica que algo se está moviendo y por fin podríamos, entre otras cosas, deshacernos de la dictadura de los bancos sobre los países, impedir que personas que nunca fueron elegidas para gobernar, como Draghi, sean quienes impongan las políticas a los mandatarios que si fueron elegidos en las urnas, que estos se plieguen a las directrices de los financieros. Pero no se escuchó, en campaña, que líderes de partidos como Podemos o Izquierda Unida, o AGE, en Galicia, se manifestasen con esperanza para los votantes, que estén perdiendo una oportunidad de oro para revertir los comentarios pesarosos de la prensa española.¿Qué pasa con estos supuestos partidos emergentes que decían ser los rompedores de las tendencias «de casta»? Ángeles Iglesias.
Por supuesto que el Brexit significa que algo se empieza a mover, aunque si el miedo no fuese hoy la identidad política dominante (como se dice claramente en Transparencia o Barbarie) el primer país que plantearía el abandono de la CE no sería Gran Bretaña, sino Grecia; cosa que algunos esperábamos, y no radicales anticapitalistas, sino gente tan sensata como los premios Nobel de Economía keynesianos, Stiglitz y Krugman. Pero eso no sucedió, de modo que vimos que el miedo no se restringía sólo a los partidos tradicionales que constituyen «la casta».
En Transparencia o Barbarie se afirma que, tal como está constituída, la Unión Europea es inviable. Pero la cuestión en la que insisto es que no puede haber Banco Central sin gobierno central, es decir, que el problema grave es el euro, no el espacio económico común. Y precisamente Gran Bretaña no estaba en el euro, como no están Dinamarca ni Suecia. A Gran Bretaña no le afectaba por tanto el hecho de que Draghi sea simplemente un banquero procedente del mundo de los banqueros al servicio de los banqueros. Que La UE pueda empezar a romperse por uno de sus paises ricos y no por el lado contrario prueba que, hoy por hoy, la racionalidad en política brilla por su total ausencia, y que están funcionando mecanismos cultural-políticos que son meros prejuicios, no reacciones racionales frente a una realidad claramente rechazable.
Se habla de que la extrema derecha empieza en la Europa del Norte a reclamar referendums. Curioso que no se mencione a Grecia, donde, por cierto, han manifestado su oposición a la UE tanto la extrema derecha como la extrema izquierda comunista. Si ese referendum empieza a ser planteado, y no importa quien tome la iniciativa, es posible que en Europa se empiece e reconocer la realidad, y entonces cabe la posibilidad de aparezca una alternativa a la austeridad, que es el origen del problema, a pesar de que no lo es directamente de la reacción popular (no lo olvidemos: el antieuropeismo, en Gran Bretaña, en Holanda y en toda la Europa del norte es cosa precisamente de los más pobres), secillamente porque es la causa de la persistencia de la crisis, y por tanto de que cualquier problema añadido, como es el caso de la emigración o de los refugiados, significa que «llueve sobre mojado». En el comienzo de la Guerra Fría, en Alemanía, un problema análogo pero mucho peor, el de los expulsados del Este, se añadió a todos los derivados de la destrucción 1940-1945, pero precisamente contribuyó a resolverlo, porque se encontró trabajo para todos, y a esto se le llamó «el milagro alemán», aunque fue más bien el «milagro del general Marshall». Eran otros tiempos. Las causas no objetivas sino políticas de la diferencia están expuesta con claridad en el ensayo, y no es cosa de repetirlo.
En cuanto a «los partidos emergentes» el comentario no es totalmente justo, puesto que han identificado correctamente el origen del problema. No podemos reprocharles que lamenten la salida de Gran Bretaña de la UE, porque eso a corto plazo no beneficia a nadie, y si han dicho lo esencial: con el enfoque que ahora domina, la Unión Europea tiene que acabar desapareciendo. Cierto que en cuanto esa salida dinamiza la situación, si es posible que resulte un efecto positivo; posible pero no seguro: por ahora, los únicos que plantean claramente la posibilidad de la salidad son los pobres de los paises ricos, que se sienten perjudicados por los pobres de los paises pobres; estos en cambio siguen callados.
Lo que sí se le puede reprochar a partidos como Podemos es que non han sido capaces de salirse de la «recta ideológica» derecha-izquierda, y de que por tanto están contribuyendo a presentar la oposición a la irracionalidad esencial que es el diseño neoliberal de la UE como extremismo, sea de derecha o de izquierda, y no como propuesta racional. Ese es el motivo por el que es absolutamente imposible que Podemos gane las elecciones de mañana por mayoría absoluta, cosa a la que manifiestamente no aspira, ni ha dado pasos de los que se dedujese que podría aspirar. Lo que de ahí para abajo puede pasar es en realidad intranscendente: mañana en realidad, no va a pasar nada. Y de momento, con el Brexit tampoco ha pasado nada, porque como señalé, no afecta al euro. El alarmismo que se desató forma parte del estilo comunicacional del sistema, será olvidado muy pronto. Si se produce un efecto dominó, aunque empiece en el Norte como consecuencia de la irracionalidad normalizada, y no el Sur, quizás sí empiece a pasar algo. Hay algo que sí me atrevo a «profetizar»: si no cambia el discurso -y esto significa: si no se pone en cuestión la evidencia de la «recta ideológica»- ningún hecho va a producir cambios para mejor. La insistencia en que el esquema derecha-izquierda es el espacio evidente para todo discurso político sólo puede favorecer a lo que se llama extrema derecha. A corto plazo, lo más probable, de Francia para el norte, es precisamente eso.
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