La ineficiencia rentable, en particular la obsolescencia programada, es un fenómeno con una antigüedad de casi un siglo. Pero, en el caso de la informática, la cultura consumista la convierte en inevitable y natural, ya no depende de que los instrumentos dejen de funcionar, sino de que es obligatorio actualizarlos para estar al día. La interrupción del funcionamiento ya no es una intervención oculta, programada por el fabricante, sino que aparece explícitamente: Este plugin es vulnerable y debe ser actualizado. Pero ninguna actualización produce invulnerabilidad sino todo lo contrario. Los cambios en los programas son interdependientes entre todos los usuarios, de modo que solo podría mantenerse al margen de esas actualizaciones alguien que utilice la informática exclusivamente «en circuito cerrado» consigo mismo, lo que supone una limitación demasiado drástica. El conjunto de los usuarios constituye un cuerpo solidario, y por tanto la resistencia a esta creciente manipulación y pasivización no es posible en un nivel meramente personal, ni tampoco dentro de un grupo pequeño.
La cultura consumista en la que han crecido y han sido educadas las nuevas generaciones ni siquiera invita a comparar el crecimiento positivo de las características del hardware con la fragilidad creciente del software. La seguridad es algo que hay que sacrificar en aras del progreso, expresión que ya no se usa como algunos aún recordamos, pues se ha convertido en pura evidencia y vida cotidiana.
El llamado software libre, por oposición al propietario, es la reacción a esta práctica generalizada de prepotencia de un cosmofeudo industrial. Pero su insuficiencia consiste en que no está construido de manera sistemática, conforme a lo que en lógica matemática se denomina una teoría de tipos, que haría imposible la autoalusión de un programa y por tanto la existencia de virus, programas-espía y fenómenos análogos. La informática tuvo en sus comienzos una construcción chapucera porque lo que preocupaba era aumentar la capacidad de registro, la velocidad de proceso y la versatilidad, pero no la seguridad. La noción de red apareció como mecanismo de prevención de ataques destructivos; pero destructivos de los soportes, no de los contenidos, porque en principio no se pensó que ese enemigo pudiese estar dentro de la misma red. El software libre apareció ya dentro de una conexión en red, la del estudiante suecofinlandés Linus Tornvald con su universidad, y dentro de ella inició la modificación del sistema operativo Unix de la que salió Linux. Los valores que inspiran el funcionamiento de la informática y también la psicología de sus expertos son muy distintos de los de la lógica matemática, y no es probable que haya muchos entre ellos que sepan siquiera qué significa teoría de tipos. En todo caso, su sensibilidad está muy lejos de la seguridad de la construcción sucesiva-acumulativa que con ella se logró. Otro mundo informático posible podría resultar de la transformación del software libre, y sería el camino natural, si es inevitable aprovechar de algún modo el software preexistente pese a su carácter chapucero; pero revisando los programas de forma recursiva, siguiendo una teoría de tipos.
___
*El autor de Transparencia o barbarie, Basilio Lourenço, quiere establecer a través de los pequeños artículos que iremos publicando en este blog un diálogo inicial con los lectores y lectoras del ensayo, así como con las personas con una cierta preocupación por el mundo que habitamos. Si lo deseáis, podéis contactar con él y participar de este diálogo, a través de esta misma web y de nuestras redes sociales, principalmente facebook y twitter. El debate está abierto, puedes seguirlo aquí.