El feudalismo se caracterizó por un reparto semiestable del espacio geográfico entre señores, que en principio eran jefes de guerreros, es decir, contendientes en una guerra generalizada por el poder territorial. La guerra generalizada en ciertas etapas históricas es comparable a la competencia generalizada en el capitalismo inicial, en el espacio funcional del mercado de la tecnología. Es decir en un espacio cuyas «regiones» son los grandes sectores tecnológicos.
En la medida en que las grandes empresas multinacionales han conquistado un poder sectorial y les preocupa más mantenerlo que expandirlo, por tanto tienden a una postura conservadora como la dominante dentro del feudalismo, es correcto denominar el sistema resultante cosmofeudalismo.
Feudalismo, por el reparto casi estable del poder y la actitud conservadora; cósmico, porque el espacio repartido es funcional, y geográficamente se extiende o pretende extender, en todos los casos, a todo el mundo.
El cosmofeudalismo está vinculado al desarrollo de tendencias monopolistas o criptomonopolistas, también cuando hay varias multinacionales en un mismo sector, porque ya no intentan desplazarse unas a otras. Y lo que más se pretende monopolizar es la tecnología, de ahí la importancia concedida a la propiedad intelectual, la pretensión de privatizar incluso el genoma, y otros fenómenos análogos sobradamente conocidos.
Con respecto al desarrollo tecnológico, sus objetivos son muy claros: por un lado, mantener el mito del siempre adelante propio del capitalismo inicial, pero ya de modo que sea un siempre adelante obligatorio, que no depende de que produzca un avance real del valor de uso de los bienes, sino que estos tienen que ser renovados continuamente, deben ser vistos como obsoletos lo más pronto posible, aunque sigan siendo perfectamente funcionales. Por otro, se trata de evitar todo salto tecnolgico auténtico que pudiese conducir a que estos feudos perdiesen el control de su sector del mercado. Como han consiguido privatizar la investigación tecnológica, tanto cuando la ejecutan directamente (caso mayoritario), como cuando depende todavía de instituciones científicas públicas o formalmente independientes, pueden evitar investigaciones «demasiado eficientes», es decir, que llegarían no a paliar los problemas, generado así negocios estables, sino a eliminarlos, como excepcionalmente sucedió con la viruela.
El cosmofeudalismo es un fenómeno no separable de la ineficiencia rentable, y también de la estructuralización de la desigualdad y del desequilibrio; y en determinados casos (no en todos: básicamente en la industria del armamento) también de la generalización de la guerra como modo de absorver el incremento de la productividad sin que ello se traduzca en la construcción de un mundo más racional, sino más bien todo lo contrario.
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*El autor de Transparencia o barbarie, Basilio Lourenço, quiere establecer a través de los pequeños artículos que iremos publicando en este blog un diálogo inicial con los lectores y lectoras del ensayo, así como con las personas con una cierta preocupación por el mundo que habitamos. Si lo deseáis, podéis contactar con él y participar de este diálogo, a través de esta misma web y de nuestras redes sociales, principalmente facebook y twitter. El debate está abierto, puedes seguirlo aquí.