Eduardo Blanco Amor

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Eduardo Blanco Amor (Ourense 1897-Vigo 1979), fué el hijo menor de una familia modesta y autodidacta desde su infancia. Blanco Amor entró como secretario de dirección en el El diario de Orense con 17 años. Participa desde joven en el ambiente literario de la ciudad, conociendo el magisterio de Vicente Risco, figura de importancia decisiva en la defensa y promoción de la cultura gallega. Emigra a Buenos Aires en 1919, en plena eclosión cultural. Animador de las instituciones gallegas más allá del mar, dedicó toda su vida a la concienciación y culturización de los emigrantes. En 1923 fundó con Isla Couto la revista gallega Terra; participó también en otra publicación galleguista, Céltiga. En 1926 entró a formar parte del diario argentino La Nación, donde conoció a escritores argentinos como Leopoldo Lugones, Borges, Sabato y Mallea, y uruguayos como Horacio Quiroga.

En 1927 inició su carrera literaria, con la novela Os Nonnatos, a la que siguió, al año siguiente, el libro de poemas Romances Galegos. Entre los años 1929-1931 regresó a Galicia como corresponsal del diario La Nación y en ese viaje conoce a Castelao y a varios intelectuales del grupo Nós y el Partido Galeguista, llegando a comprometerse con el galleguismo republicano, por el que trabajará incansablemente. Escribió Poema en catro tempos, larga composición sinfónica de filiación vanguardista que publicaría posteriormente en Argentina en 1931. Desde Buenos Aires, Otero Pedrayo le pide que colabore en la revista Nós donde publica varios poemas y tres capítulos de su novela inconclusa A escadeira de Jacob. Existe una segunda etapa en España como corresponsal de La Nación, entre 1933 y 1935 donde, en Madrid, conocerá a Lorca con el que trabó gran amistad y colaboró en  los Seis poemas galegos.

Tras el estallido de la guerra, defendió desde Argentina la legalidad republicana e impulsó el esparcimiento de la literatura gallega en el continente americano. Estos veinte años escribirá en castellano con obras como Los miedos (1936) o La catedral y el niño (1948) hasta volver al gallego en 1956 con Cancioneiro. Fué además el fundador y director del Teatro Popular Galego (1957) y fue director de la revista Galicia, publicada por el Centro Gallego de Buenos Aires. Antes de abandonar definitivamente América, Blanco Amor publicó A Esmorga (1959), libro que será uno de los grandes hitos de la renovación de la narrativa gallega, y ya en Galicia lleva a la imprenta Os biosbardos (1962), otra obra, esta vez cuentos, de enorme éxito.

A pesar de ser postergado por la cultura oficial, su última etapa fue muy fecunda. Tras publicar una nueva edición de A esmorga (1970) y la larga novela Xente ao lonxe (1972), centró su producción en el teatro donde se convierte en la figura emblemática de teatro independiente: Farsas para títeres (1973), Teatro para xente (1974), Proceso en Jacobusland (1980, escrita en el  73 y censurada en el 74 y 76).

Falleció en Vigo el 1 de diciembre de 1979. Sus restos descansan en el Cementerio de San Francisco (Ourense).

El autor dice

Cuando escribí A esmorga tenía ya 59 años, tuve que inventar la lengua, conferir un idioma adecuado a mis propósitos. Recuerdo que Borges, Sábato, decían: “Estás loco, Eduardo. ¿Quién te manda meterte en estas cosas? Estás agotando tus fuerzas y tu inteligencia” Pero yo pensaba que allí tenía algo que hacer, que tenía un sitio y debía ocuparlo. Quizá sí, quizá sea fidelidad, no lo sé.”

“Pensar que A esmorga puede ser autobiográfica es no conocer ni mi vida ni los caminos a través de los cuales llega toda obra de arte.”

“Lo que son las cosas: mi gran fortuna como escritor fue llegar desde fuera del idioma, tuve que crear mi propia lengua literaria recogiendo de aquí y allá el habla de todos,los dialectos de cada uno. En Buenos Aires vivían cuatrocientos mil gallegos de todas partes de Galicia, cada uno con su habla, con sus características dialectales lingüísticas y léxicas. Yo hice de todo una Koiné general, le di una forma literaria, estética, sin que ello suponga un alejamiento de la lengua. Yo estaba libre en el momento de escribir, podía escoger de lo que me iban enseñando los otros y vivía rodeado de casi medio millón de gallego hablantes. De ahí salió la lengua de A esmorga.”

«La parranda – respecto a la película de 1977- responde en realidad al confrontamiento de dos guiones, uno mío y otro del director. Son dos visiones distintas y una tercera realidad, que es la película misma, que es tanto más película cuanto más deja de ser la novela. Con todos estos filtros, la obra se deslocaliza en la misma medida en que se va universalizando. Quizá a los gallegos no les parezca bien, desde el punto de vista de esa cosa equívoca y tremenda que es el localismo, que puede llegar a ser distinto y contrario del galleguismo: esta tendencia a una estilización muy consciente, que no es infidelidad, nos viene a los gallegos muy de lejos.»

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